miércoles, 2 de junio de 2010

PRIMER INFORME DE METAFISICA

HISTORIA Y CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA METAFÍSICA

PRIMER CUATRIMESTRE

José Antonio Herrera Márquez

-El mundo, la vida, llama al filosofar. La vocación de la filosofía.

La filosofía (metafísica) circula por dos raíles: la vida (entendida como la entendía Ortega) y la razón histórica. Esta vida de la que hablamos, no la entendemos como mera existencia, es decir, como mera presencia, sino como la vida particular de cada uno, como un ser-ahí cada uno, es una concreción. Y esta vida es uno de los raíles por los que circula la metafísica porque la metafísica se ocupa de razones vitales, de cosas vitales. Para filosofar, primero tiene uno que estar viviendo la vida, en los problemas de la vida. Pues como nos dice Ortega en Unas lecciones de metafísica: “La situación del hombre es la vida, es vivir… Y decimos que la metafísica consiste en que el hombre busca una orientación radical en su situación. Pero esto supone que la situación del hombre –esto es, su vida-consiste en una radical desorientación”. Es la vida la que nos da la necesidad de filosofar. Y esta vida es la vida de cada cual, la vida de cada uno, lo que somos, lo que vivimos. Esa vida que vivimos y que nos viene dada, pero que hacemos nuestra. El ser de lo que somos es nuestra propia vida. La vida de cada uno es única, íntima e intransferible, y hay que pensar esa vida para poder vivirla realmente, auténticamente. Para la vida es necesaria la razón, el razonamiento. La vida no está desligada del filosofar.

La función de la metafísica es preguntar el porqué de todo, preguntar por la razón de ser de todo. Pero ahora lo que nos interesa preguntarnos es un para qué. El para qué de la filosofía es la vida como existencia humana. Heidegger nos dirá en su obra Introducción a la filosofía que el ser humano existe (ex-siste) en cuanto a que está fuera de sí, descentrado; por ello es que piensa, reflexiona y se pregunta. Si la filosofía tiene un sentido es porque es una llamada a la vida. Es el mundo el que llama a filosofar, la realidad necesita interpretación, teoría.

Mi conciencia me dice qué soy yo en distinción con lo que no soy, lo otro, la circunstancia. El “yo” se da cuando se ha reconocido el “tú”: primero se da la conciencia de lo otro, y luego la del “yo”. Mi vida soy yo en mi relación con lo que no soy yo, con lo otro, con el resto, con el mundo, con la circunstancia. El mundo se opone al “yo”, pero ese “yo” no puede ser sin el mundo. Lo primero que puedo decir es lo que no soy; y cuando digo lo que soy tengo que hacerlo en relación con el mundo.

El mundo reclama una teoría, el mundo llama al claro pensar. Hay que ordenar, dar racionalidad a lo que no lo tiene, por tanto, teorizar. La teoría es una visión ordenadora. La llamada a la filosofía requiere de un ser vocado, de una vocación. Y la vocación es ya una vida concreta que está predispuesta a esa actividad; que de algún modo oye esa llamada (en términos metafísicos). Esa vocación requiere de un individuo, que es el que está llamado a filosofar.

La exigencia de comprender la realidad en sus conceptos fundamentales, en sus raíces, es la metafísica. Pero para comprender hace falta un sujeto que previamente esté comprendido en el mundo, en la vida. Para que el ser se desvele, es necesario el da-sein.

Cada individuo es un ser propiamente insustituible. Cada vida es única, irrepetible, o la vive uno o no la vive nadie. Cada vida es una perspectiva. Por tanto en vez de universo podríamos hablar de multiverso. Cada individuo pensante ofrece una perspectiva de lo real. Con cada vida que se pierde, se pierde una perspectiva del mundo. Por eso cuando se pierde una cultura, se pierde una comprensión del mundo. Cuando desaparece un individuo se puede decir que desaparece un mundo entero (en el Talmud aparece una frase que dice más o menos así: “quien salva a un hombre es como si salvase un mundo entero”). Por eso cuando filosofamos, llevamos a cuestas la historia de la filosofía.

La pregunta acerca de qué sea la metafísica lleva consigo la pregunta del para qué filosofamos, en tanto que la metafísica es la esencia de la filosofía, y también el porqué filosofamos.

Unamuno respondía a estas preguntas de forma categórica. Decía que filosofamos para vivir, que la filosofía es una necesidad de la vida. La necesitamos para vivir. No sólo el filósofo, sino que el vulgo, el pueblo, también necesita de esa filosofía. Por tanto habría que preguntarse acerca de qué sea vivir. Y vivir no es otra cosa que pervivir, persistir, no morir. Vivir es el deseo de pervivir.

Respondiendo a lo mismo, Ortega decía que la vida es un proyectar, un futurizar. Dado que el instante es lo único a lo que podemos llamar presente. Somos lo que no somos, somos el pasado, lo que hemos dejado de ser en cada instante. Pero es un proyectar con sentido. Luego la filosofía es necesaria para la vida porque es lo que puede dar un sentido a ese proyecto, a esa vida. El filósofo hace de su vida auténtica cuando hace auténtica filosofía. La vida auténtica es la de aquel que pone su vida en algo, en una ocupación, la de aquel que le da un sentido a su vida.

La razón tiene que constituir un órgano esencial para la vida humana. La filosofía constituye un órgano esencial para la razón. Aunque la vida sea la realidad más próxima a nosotros, es algo que se nos escapa, es inabarcable, difícil de abordar y de comprender. Heidegger nos dirá en este sentido que aunque el ser sea lo más común, no es lo más abarcable, sino al contrario.

La filosofía consiste en una torsión de la forma de ver la realidad, de la forma de pensar la realidad. La función de la filosofía es arrojar claridad sobre los problemas, para llegar a comprenderlos, aunque no a resolverlos. La filosofía vuelve los ojos hacia una mirada ontológica, en vez de óntica. Hay una torsión en la manera de mirar.

Todo es susceptible de una mirada o reflexión filosófica y ontológica. Cada vez que se da esa torsión, debe haber una retorsión íntima en nuestra manera de mirar la realidad. La filosofía demanda una claridad de racionalidad en la vida propia. Donde uno primero siente el problema es íntimamente.

La metafísica abarca el todo, es una episteme abarcadora de la realidad. Hay que escuchar la llamada de la realidad para poder preguntar. La metafísica es problematismo, no es una actividad resolutoria. No soluciona los problemas, los plantea y arroja claridad sobre ellos, los interpreta. El filósofo lo que hace es preguntar constantemente. Las respuestas son históricas, son válidas para un lugar y para un tiempo concreto.

La primera pregunta fundamental es la de: ¿qué es el ser? Después se plantea la pregunta radical de: ¿porqué es el ser y no la nada? Y esta es una pregunta sin respuesta, es una pregunta que emplaza. Siendo una pregunta radical, la única respuesta posible es otra pregunta. La cuestión es ¿a dónde nos arroja? Pues bien, nos arroja a demandar un concepto fundamental, el ser. En la pregunta por el ser, nos encontramos en la intemperie ontológica.

El filósofo debe tener vocación filosófica, sentirse llamado a la filosofía. De la vocación filosófica no hay renuncia posible. De la profesión de filósofo se tiene vocación, en cambio, de filósofo está uno vocado. El filósofo está vocado, su existencia queda condicionada a preguntar constantemente. Porque siente la llamada de sentido que hace la realidad. No sólo se oye la voz, sino que hay un compromiso de seguirla. Cuando uno está en el mundo con conciencia de estarlo, no hay escapatoria, no hay renuncia posible. La vocación es mediación en la existencia humana. El hombre necesita de la metafísica para saber a qué atenerse.

La libertad es la condición de trascendencia de las cosas, y el pensamiento es la condición de trascenderlo todo. Toda elección libre se da en función de esa llamada.

No sólo se ejerce la filosofía, sino que se defiende la filosofía, porque uno está vocado. Cada uno encuentra lo que anda buscando, el voto que nos da la metafísica es el de una verdad que se busca porque puede ser encontrada, esta es la promesa del vocare (pero las verdades son concretas y particulares).

La voz que llama es la que evoca desvelamiento de la verdad. La verdad nuda nunca se dejará ver. Nunca vamos a ver la verdad resplandeciente. Aunque para ver algo hay que ir desvelando la verdad. Pero cuanto más desvelamiento, más plenitud de lo real.

-Las tres dimensiones de la filosofía: temporalidad, historicidad, y espacialidad.

La filosofía está constituida por tres dimensiones básicas: temporalidad, un ahora en el que se está haciendo filosofía, se necesita de un individuo y el individuo es una concreción en el ahora; historicidad, despliegue a lo largo de la historia, porque todo lo humano tiene naturaleza histórica, ya que el hombre no tiene naturaleza sino historia; espacialidad, es en el aquí en el que se da, hay espacios para la filosofía, para el logos filosofante.

La filosofía no va acumulando datos, es un ejercicio constante de aquilatación, para ver el valor de algo o su mérito. Los problemas de la filosofía son principales, absolutos, radicales, y por tanto siempre serán permanentes. Las preguntas, cuanto más radicales sean, más difíciles de responder, y más requieren de una seria meditación. La filosofía no da consuelo ni soluciones, solo da claridad. Los problemas filosóficos son perennes, pero tenemos la ayuda de la historia (podemos subirnos a hombros de gigantes). Por tanto hay una obligatoriedad de estudiar la historia.

La universidad es donde nos ejercitamos filosóficamente. La respuesta a la pregunta acerca del porqué los griegos no instituyeron la universidad, la encontramos en Vico. Dice que sencillamente porque no la necesitaban, porque un solo filósofo era ya por entonces toda una universidad de estudios. Al cultivar la filosofía, madre, partera y nodriza de todas las ciencias y artes, y al disertar sobre algo con sus propios argumentos, cada filósofo sometía a juicio todas las cuestiones humanas, divinas y naturales. Pero no sólo eso, sino también porque los estudiantes aprendían de él cualquier cosa que fuera necesaria. En los siglos posteriores, se fue organizando el saber, la búsqueda de la verdad. Se da la necesidad de buscar la verdad en universitas, en la cooperación de un grupo de personas en la búsqueda de la verdad. El filósofo se ha convertido en una cooperativa, y en esa cooperativa cada uno sabe de una cosa en concreto, cada uno está especializado en algo. Pero esta cooperación ya genera el germen de la separación de la filosofía en distintas partes. La filosofía se va desgajando, va adelgazando. Y lo que ha ido quedando ha sido lo esencial, lo que estaba en el origen, la metafísica.

Esa cooperación llevaba por otro lado la organización, la separación o distribución del trabajo. Y aquí es donde nace la parcelación de los saberes. Hasta el punto de que tenemos disciplinas separadas. Hasta llegar a las facultades del saber. Las facultades son habilidades para hacer algo, solo se dedican a una actividad propia.

Ortega dice que un estudiante destacado conseguirá una especialización extrema en alguna parte del saber, en un aspecto concreto del conocimiento, desconociendo en absoluto todo lo demás, el todo, el conjunto (la visión filosófica).

Nietzsche dice que quién se dedica a las especializaciones es como el obrero que se pasa toda la vida en la fábrica haciendo un tornillo sin saber en qué máquina va a ir ese tornillo colocado.

Con esta separación del saber, se pierde la perspectiva respecto de un saber del conjunto, de lo esencial del todo. La filosofía tenía esa condición de metafísica, de filosofía primera, era la única episteme a la que cabe reconocerle su pretensión de ser un saber del conjunto de lo que hay. A la filosofía le compete hablar de todo, criticar todo, le compete el ejercicio de la libertad.

-La razón narrativa. La narración.

Ortega dirá que: “el acto filosófico más simple es, sencillamente, narrar”. Algo llega a ser cuando lo narramos, viene a la realidad cuando lo narramos. Cuando narramos contamos lo que algo es, estamos diciendo cómo ha llegado a ser algo, su desarrollo, su constitución. En la narración está inscrito el curriculum vitae de la cosa. El cómo ha llegado a ser es una operación fílmica, dinámica, por tanto el modo de aprehenderlo es dinámico, narrativo. El actuar es ya un narrar. Ese narrar es desvelar una razón de algo, una razón de ser de algo.

Toda explicación es una narración. Incluso una fórmula matemática es una narración. La narración nos viene concentrada, y la vamos abriendo, desvelando, nos va narrando cómo ha llegado a ser.

Si decimos que es narración de una razón, la razón con la cual pensamos, la razón misma, es ella narrativa. Todo lo que hacemos como ejercicio de razón, es una narración. La razón va razonando a lo largo de la historia, va deviniendo, en un proceso narrativo, va desvelando lo que ella misma es. Por tanto, la razón misma es narrativa. Porque es narración de la cosa tratada, y a la vez también narración de la razón misma.

Todos los grandes filósofos meditaron lo que es la razón. Toda la historia de la filosofía es la narración del devenir de la razón. A esta razón es a la que denominamos razón narrativa, la misma que Ortega y Dilthey denominaron razón histórica. Esta razón histórica nos lleva a comprender la razón de ser de las cosas concretas. Una razón que se despliega históricamente y que es en la historia donde muestra su propio sentido.

Esta razón narrativa, concreta, se enfrenta con los modelos de razón abstracta o pura, con la primordialidad de la idea. Todo nos muestra esa razón narrativa, e incluso los modelos de razón abstracta dependen de la narración.

Ortega critica esa razón pura, y propone sustituirla por una razón concreta: la razón vital. No sólo es una mera sustitución, sino lo que la razón sea, es decir, no es absoluta, es vital, pero es razón en ambos casos. Al criticar la razón hay que tener cuidado de no destruirla. Él está hablando de sustitución de modelos.

Aunque la razón histórica se centra en lo concreto, ella misma es un concepto abstracto. Por eso el concepto de razón narrativa es más correcto. Razón narrativa es en concreto lo que razón histórica es en abstracto.

En Conquistar lo problemático leemos que “sin narración, sin despliegue ni transparencia, no es posible la comprensión, la explicación, la razón de ser en sentido concreto… el hombre no sólo se ocupa de hacer historia, sino que también la narra, porque sin narración no hay ejecución, no hay la realidad ejecutiva que es efectuar la intimidad de las cosas… sabemos del mundo y de lo que somos porque lo narramos, porque somos ejecutivos de la razón narrativa”, y lo somos porque “más que biología, lo que el hombre tiene es biografía… el hombre no tiene sustancia, lo que tiene es narración”.

-Conceptos fundamentales. Problema, asunto, y cuestión. La actitud metafísica. El preguntar como actitud metafísica.

El filósofo, conforme va desvelando, va ocultando, porque en cuanto queremos dar a una realidad desvelada un concepto hermético, estamos ocultando. Lo vamos ocultando con las representaciones.

Vamos narrando una historia de los conceptos. Esto conceptos, como todas las realidades fundamentales, nos vienen dados como problemas. Un problema es una realidad que incluye en sí una contradicción (ser o no-ser). Todo lo que reconozco, lo reconozco en tanto que eso que no soy yo, pero soy yo el que lo reconozco.

Estamos hablando de cuatro conceptos fundamentales: ser, razón, sentido y realidad. Si no se nos presentaran como problemas, no tendríamos que hablar de ellos. Se nos presentan como realidades problemáticas. Los pensamos como asuntos y cuestiones fundamentales.

El problema no se puede pensar en cuanto tal, el problema es el contacto, el advertir, una advertencia, algo que choca conmigo. Pensamos el problema porque lo asumimos en nuestra vida, y así pasan a ser asuntos de nuestra vida. Y una vez que son asuntos, entonces el filósofo los eleva al nivel de cuestiones. Las cuestiones son los asuntos referidos a problemas, pero elevados al nivel del pensamiento. Pensamos las cuestiones, la cuestión es el modo en que pensamos los problemas.

El problema es el darse de eso; el asunto es el asumir eso; y la cuestión es el pensar eso. La metafísica es nuestro ámbito, la metafísica se da como un modo filosófico de pensar y teorizar la realidad, cuestionando, interrogando, preguntando sobre su posible fundamento. Aquello en lo que se funda y fundamenta todo lo real. Preguntar por la metafísica es preguntar por el fundamento de lo real.

Si no cuestionamos, asumimos rápidamente y lo damos todo por hecho muy rápidamente. Y nos fundamentamos la realidad en función de esos equívocos. Hay que cuestionarse las cosas para no sustentarse en equívocos. La filosofía tiene que ir justificando las realidades mismas sobre las que se fundamenta.

Lo importante es que la actitud metafísica se caracteriza por preguntar, por plantear los problemas. Pregunta por lo fundamental, por lo fundante. El preguntar o plantear los problemas absolutos lleva a la metafísica no sólo a tener en su centro la pregunta ontológica, sino a reflexionar acerca del preguntar mismo como esencia de ella. El preguntar es la base sobre la que se erige la metafísica, es lo que la constituye.

Si concebimos la filosofía como episteme, evidentemente no nos va a salvar de nada, no nos va a solucionar los problemas. Se busca la metafísica porque es algo necesario. Se busca por el problematismo de lo real, de la vida. Uno necesita aferrarse a una explicación. Pero hay que hacerlo con actitud intelectiva. La actitud intelectiva se basa en la duda. La duda es la actitud metafísica por excelencia. No dudamos de lo universal, sino de nuestro acceso a las cosas, dudamos de todo lo otro, todo lo que no soy yo. La pregunta radical lleva implícita la duda.

Una filosofía original y radical requiere una actitud meditativa e investigante. Hay que desprenderse de las cosas en cuanto cosas y verlas con una mirada ontológica. La metafísica es una actitud individual. La originalidad está en que lo que hacemos es repensar el mismo tipo de problemas absolutos que han sido pensados ya en otros tiempos, y repensar, con ello, los conceptos fundamentales vinculados con esos problemas radicales. El concepto fundamental es la mediación entre la realidad problemática y nuestro pensamiento.

Vico decía: “nosotros que no pertenecemos a ninguna secta de filósofos, hemos de indagar”, hemos de preguntar y cuestionar las cosas. Debemos cuestionar, no aceptar las cosas de forma dogmática. No hay que dar nada por solucionado. Lo que hacemos es iniciar la aventura de la filosofía. Debemos descubrir qué tipo de conceptos fundamentales elegimos para entrar en materia. Conceptos fundamentales son conceptos fundamentales. Son conceptos que en sí mismos cargan el sentido de fundamentabilidad. Nos refiere el sentido de la fundamentabilidad, porque refiere a la idea de fundamento.

-La metafísica como un saber abarcador de lo real. La metafísica como saber del fundamento.

La esencia de la filosofía es la metafísica. A la metafísica le compete el todo de lo que hay, el concepto de la totalidad. Ese saber de lo real es lo que se adquiere con el sabor de la raíz. La filosofía es un saber abarcador y problemático.

El filósofo no se contenta con la misma presencia de los hechos, sino que busca el sentido profundo, la radicalidad, su razón de ser, su sentido. Todo cuanto hay tiene sentido, razón de ser, radicalidad.

La metafísica atiende a la razón semántica de cada realidad. Atiende más al sentido de algo que a su presencia. Lo concreto que hace la metafísica es buscar el sentido que late bajo la facticidad.

No se puede descartar ningún tipo de realidad por concreta que le parezca. Georg Simmel planteó que ninguna realidad por pequeña que sea debe ser menospreciada por ningún filósofo. Aunque no todo está al mismo nivel de importancia, pues hay problemas que son fundamentales y otros que no lo son. Debemos tener en cuenta todo esto porque si no lo hacemos caeremos en el error que cayó el idealismo (para el que sólo importa lo universal) o el positivismo (que pone todos al mismo nivel).

La metafísica es una introducción al conocimiento de lo real. Va escarbando, va profundizando. Una introducción es entrar en la materia. Esta introducción en tanto que intro-ducere, es un conducir a alguien al interior de algo, a lo más profundo de algo (en este caso de lo real). Es introducción en tanto que entrar en un lugar, seguir un camino, y eso es método. La misma metafísica, en tanto que introducción, nos va enseñando su método. Nos conduce al fundamento, a la raíz, a lo más radical. También tiene el sentido de meter o hacer entrar algo en otra cosa. La metafísica es abarcadora de la realidad, es ese hacer con el cual nos introducimos en algo, entramos en algo y lo vamos abarcando. La metafísica es lo que nos permite entrar en el orden de lo real. Esa introducción es metódica porque sigue un camino ordenado. El camino con el que nos introducimos en la metafísica es a través de la historia y los conceptos.

La introducción es también una preparación, una disposición. La metafísica es una disposición a conocer lo real, y la disposición es ya posibilidad. Aunque no sólo es posible, sino necesaria. La metafísica avanza retornando, se adentra girando sobre sí misma.

Heidegger dice que en el ente en total radica todo, tiene su raíz el todo. Y esa raíz es el fundamento. El ser es el fundamento, lo que fundamenta todo y a todo da fundamento. Conceptos fundamentales significa concebir el fundamento, alcanzarlo, llegar a estar allí donde sólo mora una estancia (el ser) y una constancia (permanencia de una interrogación), donde ocurren todas las decisiones, pero donde también toda indecisión está escondida. Por fundamento se entiende el término y concepto que designa una realidad fundante de algo. Y fundante en un doble sentido: que se refiere a su origen o base, más allá del cuál no se puede pensar; que se refiere a su sostén, su mantenimiento ontológico, o lo que subyace debajo.

El fundamento es una realidad que funda la realidad. Es origen y sustrato de lo real, por lo que no puede ser sólo una idea, ni tiene tampoco que ser una realidad material. Debe ser entendida como materia dialéctica. A esta realidad fundante la llamamos realidad radical, una realidad que es raíz de lo real. Es aquella que constituye la raíz de todas las demás realidades. El fundamento, en tanto que realidad, es algo esencial, algo sin lo cual la cosa deja de ser tal cosa. Es algo esencial para que los entes sean. Este fundamento es el ser.

En una narración, el fundamento es la razón del argumento, su sentido, su razón de ser, su principio. Con el fundamento referimos universalidad y primordialidad.

Aristóteles decía que la metafísica era la ciencia del ser en cuanto ser, del ente en cuanto ente. Es una ciencia general, de lo general, del todo. No hay ninguna otra ciencia que reflexione sobre el ser. La metafísica reflexiona sobre el ser, sobre el ser de los entes. Tiene un carácter trascendental, trasciende los entes, pero tiene un objeto, el ser del ente. Las ciencias particulares acceden al conocimiento de los entes a través de sus accidentes, y no de sus causas. La metafísica debe buscar y comprender las primeras causas del ente en cuanto ente. Cada ente es una manera de decir el ser.

También define a la metafísica como ciencia del principio del ser, de lo que hay de primero en el ser, de lo que hay de fundante en él. Así, nos dirá Aristóteles que: “La llamada sabiduría versa, en opinión de todos, sobre las primeras causas y los principios”, “la sabiduría es una ciencia sobre ciertos principios y causas”.

En su origen, la metafísica es concebida como ciencia universal y referida al ser en general. El ser en general es todo lo que hay, la realidad toda. La metafísica es concebida como una ciencia concreta del ser fundamental de todo cuanto hay, del fundamento de todo lo que hay.

Según Wolff, las explicaciones que Aristóteles da sobre lo que es metafísica dan lugar a dos metafísicas diferentes: una general y una especial. La general tiene por objeto al ente en general, al ser en general. La especial está referida a ese fundamento o principio primero del ser, del ente supremo. Y para Wolff, ese ente supremo es Dios. Esta distinción asume dos concepciones de la metafísica: la ontología y la teología.

Heidegger mete estas dos metafísicas en un mismo saco: la onto-teo-logía. Afirma que toda la tradición metafísica ha confundido al ser con el ente, y al ente lo ha tratado como si fuera el ser y lo ha confundido con Dios.

El problematismo de la metafísica nace del proyecto de una ciencia del ser, que propone Aristóteles. Este proyecto nace vinculado al hombre, que necesita pensar. En el devenir histórico, se va perdiendo ese vínculo con el hombre y comienza a ser pura abstracción, se va racionalizando, idealizando. Va haciéndose cada vez más abstracta y perdiendo la referencia al objeto mismo al que se refería. La metafísica está vinculada al hombre-filósofo, aquel que reflexiona también sobre sí mismo.

Una ciencia universal de los principios, de las raíces. Un principio puede ser lo universal, lo general, lo fundamental. El sabio sabe de todo, de la universalidad de todo. El problema de la metafísica viene unido al sabio, al existente humano; no es una abstracción. Este vínculo con el hombre se va rompiendo a través de la tradición.

El objeto de la metafísica, y por tanto el del sabio, es el ente en cuanto ente, el ser cualquiera, el ser de cualquier ente. El objeto de la metafísica es el ser como principio fundamental, como causa primera sin la cual nada se daría, el ser ajeno ya al ente. Este concepto de ser es fundamentalmente fundamento.

Aristóteles dice que la ciencia que trata del ser es la filosofía primera. Dice que es universal porque es primera. Porque es el fundamento de todo, todo lo que haya es a partir de ella, todo lo que hay tiene su raíz allí. La metafísica es el fundamento de la sabiduría, de la filosofía. Debe ser anterior a toda otra ciencia, en virtud de su objeto, porque esta ciencia primera es ciencia del primer principio (el ser). Ciencia del primer principio es ciencia del fundamento. En ella, la ontología (ciencia del ser) sería patología (saber del fundamento). Al tratar del fundamento, trata de lo mejor, pues el fundamento del todo es lo mejor. Así, la filosofía es la episteme de lo mejor. Aristóteles nos dice en la Metafísica que esta es la única ciencia que se busca por sí misma: “esta disciplina comenzó a buscarse cuando ya existían casi todas las cosas necesarias y las relativas al descanso y al ornato de la vida. Es, pues, evidente que no la buscamos por ninguna otra utilidad, sino que así como llamamos hombre libre al que es para sí mismo y no para otro, así consideramos a ésta como la única ciencia libre, pues ésta sola es para sí misma”; y si ponemos esto en relación con lo que nos dice en la Ética a Nicómaco: “Las actividades cuyo fin son ellas mismas son superiores, porque son más suficientes”, nos damos cuenta de que es ciencia de lo mejor porque es para sí misma. Si se quiere tener una ciencia del todo, debe de ser entonces ciencia de lo mejor.

La metafísica se da a sí misma su objeto. Por tanto se da a sí misma también sus principios. La metafísica es la que puede preguntar por todo y cuestionarse todo, porque cuestiona el fundamento y pregunta por él. En estas preguntas fundamentales están ya radicadas todas las demás preguntas. La pregunta por el ser es el límite del preguntar, es el preguntar radical. La filosofía primera se presenta entonces, para Aristóteles, como el límite cognoscitivo, porque es también el límite de los principios. El ser es límite en el orden de la cognoscibilidad. El más sabio es el que se va acercando más a ese conocimiento del ser. Esta ciencia es primera porque está en el límite. Para Aristóteles, la metafísica sería la verdadera ciencia del límite porque se puede conocer el todo (y el todo es límite) y la fundamentalidad de los fundamentos.

Es sabio aquel hombre que lo sabe todo en la medida de lo posible sin tener la ciencia de cada cosa concreta. Hace falta un conocimiento universal, porque su objeto es la realidad toda. El filosofar surge de la admiración, de la maravilla, del asombro. Heidegger nos dirá en su obra ¿Qué es filosofía? que: “El asombro sostiene y domina la filosofía desde el principio hasta el final”. En la metafísica brota “el asombro del ser” (según Aristóteles). Y por eso brota la necesidad de hacer inteligible lo admirado, el todo, el ser. Pero esa contemplación es intelectual, racional. De esa admiración surge la pregunta que lleva al límite: ¿porqué es el ser y no otra cosa?

La admiración surge también de una cierta paradoja de lo real: cualquier ente no es meramente una cosa, sino que cualquier ente además de cosa, es ser, y sin embargo no es el ser. El propio Heidegger nos dirá en ¿Qué es filosofía? que es obvio que el ente es, y esto es lo que asombró a los griegos, a saber, que todo ente quede reunido en el hecho del ser, pues “todo ente es en el ser”, en el orden del ser todo cabe, el ser es todo y no es ninguna cosa. Y por esto hace falta una nueva ciencia que estudie ese ser que es el ente, pero sin llegar a ser el ser. La admiración que causan las cosas en nosotros es lo que sobrepasa la mera presencia cósica, lo que trasciende a la cosa como tal. Esa admiración y ese preguntar es lo que está a la base de la actitud filosófica, de la actitud metafísica; pero es una actitud sumamente humana. El proceso de racionalización de lo real se hace a través del preguntar. Preguntar es abrir el orden de la realidad a la comprensión. Quien no pregunta, no obtiene respuesta. “El que se plantea un problema y se admira, reconoce su ignorancia” dirá Aristóteles, reconoce los límites de su inteligencia humana, los límites de la razón. En el preguntar, uno está abierto al conocimiento.

La metafísica es filosofía fundamental, porque es fundamental en el orden de la filosofía, y porque su objeto es el fundamento de todo (el ser). Esta es una definición que podemos hacer de metafísica. Es fundamental en tanto que tiene que fundamentar el fundamento.

Kant no se admira por el problema del ser, sino por el problema de la metafísica. Porque preguntar por la metafísica es preguntar por el ser y su modo de conocimiento. Él se dirige al problema del conocimiento, y no del ser. El problema de la metafísica persiste aunque Kant pone en duda que pueda haber un conocimiento científico experimental y demostrativo sobre el ser. No niega la realidad metafísica, sino que niega que sea posible una ciencia metafísica. Son problemas permanentes los de la metafísica. Porque no se consigue una comprensión total del ser.

Hay una incomprensión del ser que queremos esclarecer a la luz de unos principios y unas causas. Se trata de la realidad que no comprendemos, y que sin embargo necesitamos explicarnos. Y para hacerlo, advertimos que hay que recurrir a los fundamentos, porque no comprendemos algo si no comprendemos sus causas. Entonces la metafísica se configura como una ciencia del fundamento, como una ontología.

Así, Husserl dirá que la filosofía debe pretender ser ciencia filosófica, debe ser verdadera teoría, verdadera interpretación de la realidad. Tiene que ser radical, porque la radicalidad es la esencia de la filosofía, atender a las cosas en sus raíces. Tiene que buscar los principios entregándonos a los problemas mismos (esto es lo que Aristóteles decía que era la metafísica). La ciencia de lo radical debe ser radical en su proceder. La filosofía tiene que ser radicalista. Hay que llegar a principios absolutamente claros (esta es también la demanda de Aristóteles), a problemas totalmente claros, problemas advertidos en cuanto son. Claros, pero no resueltos.

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