miércoles, 2 de junio de 2010

HEIDEGGER, GRASSI, Y EL HUMANISMO.

TRABAJO DE INVESTIGACIÓN DE LA ASIGNATURA HISTORIA Y CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA METAFÍSICA

HEIDEGGER, GRASSI, Y EL HUMANISMO.

Por José Antonio Herrera Márquez

-HEIDEGGER Y EL HUMANISMO.

En su Carta sobre el humanismo, Heidegger afirma: “De acuerdo con esto, todo humanismo sigue siendo metafísico. Al definir la humanidad del hombre, el humanismo no solamente no pregunta por la referencia a la esencia del hombre. El humanismo impide incluso esta pregunta, dado que sobre la base de su origen a partir de la metafísica, ni la conoce ni la comprende”. Aquí podemos observar cómo Heidegger entiende el humanismo como un redescubrimiento superficial del hombre, en el que, por ejemplo, la esencia y la función de la poesía no desempeñan un papel fundamental. Para Heidegger, el humanismo comienza su filosofar por el problema del hombre, de un ente, sin conciencia de la diferencia ontológica. En este sentido, el humanismo obstaculiza la pregunta por el ser. “La metafísica- dice Heidegger –representa, ciertamente, al ente en su ser y piensa así el ser del ente. Pero no piensa la diferencia entre los dos. La metafísica no pregunta por la verdad misma del ser. Esta pregunta es inaccesible a la metafísica en cuanto metafísica”.

Todo intento de filosofar sobre el plano fundamental debe ser anti-humanista, dado que el pensamiento humanista comienza con la cuestión del hombre y manifiesta de este modo ser una antropología. Pero un enfoque semejante no puede ofrecer una vía hacia la cuestión originaria de la experiencia del ser, lo que significa que el enfoque humanista está aquí condenado a fallar desde el comienzo. Heidegger piensa que las supremas determinaciones humanistas de la esencia del hombre todavía no llegan a experimentar la auténtica dignidad del hombre, debido a que lo piensan como un ente, pero, siendo la esencia del hombre su existencia, el modo de ser del hombre es el estar dentro de la verdad del ser (ya que existir es estar fuera, en la verdad del ser), y por ello el hombre es el claro del ser. En ese sentido, el pensamiento de Ser y tiempo está contra el humanismo. Pero esta oposición no significa que semejante pensar choque contra lo humano y favorezca a lo inhumano, que defienda la inhumanidad y rebaje la dignidad del hombre. Sencillamente, piensa contra el humanismo porque éste no pone la humanitas del hombre a suficiente altura. Siendo el hombre el claro del ser, la pregunta por el hombre ha de venir acompañada por la pregunta por el ser, pero el humanismo no puede hacer esa pregunta, debido a que piensa al hombre como un ente.

Heidegger dice que su filosofía no es humanismo, y que si se la llama humanismo se la estaría llamando por lo contrario de lo que es. Pretende ser el primero en poner en evidencia las raíces metafísicas de todo humanismo y en intentar comprender al hombre a partir de una determinación más originaria.

La metafísica sólo se pregunta por las relaciones entre los entes y otorga la supremacía a la búsqueda de la verdad, así está determinada por lo que Heidegger llama el olvido del ser. En lugar de la cuestión de la verdad lógica, declara Heidegger, debe plantearse el problema mucho más originario del desocultamiento, la cuestión del claro en el que por primera vez aparece lo que es.

“Esta filosofía se remite a un claro que no proviene de la luz de la razón ni del primer y último fundamento entitativo de los entes, sino a aquel claro que, en cuanto movimiento de clareo, da lugar a que aparezcan en él tanto la luz como los entes iluminados. No determina la esencia del hombre a partir de su relación con la luz racional del fundamento, sino a partir del claro mismo, a partir de la destinación del hombre de ser él mismo ese claro, el lugar para una manifestación más primaria y esencial que la de los entes y su fundamento entitativo: la manifestación del ser mismo del ente en cuanto ser. Tal es la filosofía de Heidegger”, nos dirá Grassi en su obra Heidegger y el problema del humanismo.

Se trata de pensar la Verdad en el sentido que, según Heidegger, esta palabra tiene originariamente entre los griegos: como des-ocultamiento, como el lugar previamente abierto para el encuentro del ente-hombre consigo mismo y con los demás entes. Tal lugar abierto o que se va abriendo no puede ser derivado, en lo que le es esencial, de ningún ente o carácter entitativo, de ningún fundamento o razón. Se trata de una Lichtung anterior a cualquier tipo de Licht, de un claro anterior a cualquier tipo de luz, que no proviene de esta. A este respecto podemos citar a Heidegger en su obra El final de la filosofía y la tarea del pensar, donde nos dice: “[…] la luz nunca crea la Lichtung, sino que la presupone. Sin embargo, lo abierto no sólo está libre para lo claro y lo oscuro, sino también para el sonido y el eco que se va extinguiendo. La Lichtung es lo abierto para todo lo presente y lo ausente […] el rayo de luz no crea la apertura, la Lichtung, sino tan sólo la atraviesa”. Y, dada la milenaria primacía de la luz sobre el claro en todo el ámbito de la historia de la metafísica, la expresión negativa pone de manifiesto lo nuevo de este pensamiento en cuanto a su contenido. La metafísica, tal como la entiende Heidegger, se define por el esfuerzo constante de fundar los entes en la luz última de su fundamento racional. Esta metafísica que busca el fundamento racional de los entes está apoyada sobre el principio de razón suficiente que establece que todo tiene una razón de ser.

Al estar todos los entes bajo la interpelación del ser, el ser mismo manifiesta ser el fundamento o razón última y final. Pero precisamente porque el ser es él mismo fundamento, permanece sin fundamento, como abismo. Así, dado que del ser no se puede dar razón o fundamento, el principio de razón suficiente como principio del ser reposa sobre un abismo. Por ello, la esfera del ser es inaccesible a la lógica. El ser está en su hogar en la contradicción; simultáneamente da razón o fundamento para las cosas y ninguna para él mismo, para el abismo. Dado que el ser nunca es idéntico a los entes particulares mismos, tanto se revela como se encubre a sí mismo en los entes, en los cuales el aquí y el ahora están delimitados en el mundo histórico. Es por eso que el pensamiento que se siente llamado a pensar la esencia originaria de la verdad como des-ocultamiento comienza por subrayar su carácter de oposición frente a aquella metafísica.

Una definición inicial del ser, observa Heidegger, debe sostener que el ser es aquello que es lo más vacío, dado que se predica de todos los entes y que, por lo tanto, es lo que hay de más común a todas las cosas. El ser de cada ente se expresa en el verbo “es”. Nos vemos forzados también a reconocer que el ser se puede definir de manera opuesta, es decir, como singular y uno. En efecto, lo que nos interesa es el ser de todas las diferentes cosas particulares que son. Cada una de tales cosas hay que entenderla en términos de ser. El ser es también lo que está más oculto o escondido. Todo intento de decir lo que el ser es nos fuerza a definirlo como un ente entre los entes (este es el olvido del ser, confundirlo con un ente), lo que significa que necesariamente fracasamos al querer decir lo que él es en cuanto ser. El ser permanece oculto como ser, y este estar oculto le pertenece al ser mismo. Todo intento de definir al ser fracasa, pues lo reduce a un ente. Por tanto, la prueba lógica ya no puede valer como el criterio supremo de conocimiento. Todo intento de definir el verbo “es”, esto es, de aprehenderlo, conduce a contradicción. El ámbito en el que el verbo “es” tiene sus raíces y que puede expresarse en el lenguaje no es el ámbito de la lógica.

Según Heidegger, hay tres facultades o capacidades básicas, con las cuales la metafísica tradicional delimita y asegura la esfera de los entes: conocimiento racional, memoria y voluntad. Heidegger contrasta estas facultades básicas, requeridas para ocuparse del problema de los entes, con las tres actitudes que se necesitan para filosofar acerca del ser. Así, en el andamiaje de la metafísica tradicional, conocimiento, memoria y voluntad se manifiestan como las facultades básicas que abren la esfera de los entes, que definen y aseguran sus límites. El paso de la metafísica racional de los entes, que se ocupa del problema de la verdad, a la filosofía del ser, que se ocupa del problema del desocultamiento, requiere que admitamos que no se puede recurrir a estas tres facultades como a la forma decisiva de descubrir el ser.

Donde el conocimiento ya no es decisivo ni puede serlo, debemos volvernos a la fe. No se debe pensar la fe como un nivel cognitivo, sino como una actitud. La fe ocupa el lugar de la facultad del conocimiento, el lugar de la memoria lo ocupa la esperanza, y el de la voluntad lo ocupa la apertura. La esperanza como actitud básica está dirigida a una expectación de lo nuevo, de lo indeductible y, en este sentido, de lo inusual. Pertenece a la esfera de lo ingenioso, no a la de lo racional. Junto a la fe y la esperanza, el filosofar que está en el claro del ser requiere una tercera actitud: la apertura, que significa justamente el no adherirse a un ente particular que haya sido revelado.

Dar cuenta de los entes es lo que, a los ojos de Heidegger, hace posible el cálculo de los entes y la capacidad de tenerlos a disposición para los diferentes usos. Por eso, por metafísica entiende Heidegger más bien un destino histórico de aquella historia que comienza con los griegos y se apodera en nuestra época de todo el planeta, en la forma particular de la técnica. Este destino histórico es lo que él entiende por Occidente. Metafísica es entonces el nombre para la historia de Occidente, entendida como la historia de lo que hoy es todo el planeta. Pensar de un modo esencialmente diferente a la metafísica sería entonces pensar de un modo diferente al pensamiento de aquella historia que desemboca en la época presente, en la era de la técnica.

Desde Aristóteles se ha sostenido siempre que el objeto del conocimiento es sólo aquello que es, aquello que existe efectivamente, a saber: lo que es siempre y en todo lugar. Aristóteles explica que toda cosa, o bien es un principio tal, o bien se deriva de él. De acuerdo a tal interpretación, la realidad verdadera es deducida por un proceso racional de lo que es originario, del ser, concebido como la cosa que es de modo supremo, como lo que es más verdaderamente, como el ente supremo. Por esta razón, la única clase de lenguaje científico es el lenguaje lógico; el lenguaje retórico, poético, es excluido del andamiaje de la ciencia.

Aquí surge una nueva tarea para el pensamiento: el preservar la primacía y originalidad del lenguaje poético sobre el lenguaje racional. A diferencia del pensamiento racional, que se ocupa de establecer relaciones entre los entes, la palabra poética es fundacional, en la medida en que su nombrar abre por primera vez un lugar al cual pueden llegar los entes para manifestarse y del que se pueden retirar para volver a ocultarse. La verdad del claro, anterior a toda presencia o ausencia de un ente determinado, acontece a una con la presencia de un ente determinado: el hombre, y con una actividad determinada del mismo: la palabra poética. La palabra se manifiesta como ocultante y desocultante al mismo tiempo, como remisión a la realidad que revela y como exclusión de esta, que nos inhibe de analizarla en términos lógicos. Su función no es tanto la de capturar la cosa para ordenarla dentro de un sistema fijo, cuanto la de expresar admiración por el milagro de la realidad. Ella se manifiesta como respuesta a la interpelación que la realidad hace de nosotros. La interrelación mutua entre el pensar y el poetizar apenas si ha sido intuida hasta ahora. Aunque en los albores del pensamiento griego, pensamiento y poesía aún no estaban separados, se separan cuando los griegos se deciden por la verdad determinada por la razón. Esta esencia originaria de la verdad como claro y clareo sería el fondo aún no pensado de la historia mundial. Intentar pensarlo implicaría intentar un nuevo comienzo para una nueva historia.

-GRASSI Y EL HUMANISMO.

Heidegger piensa que Hölderlin habría abierto un horizonte nuevo a una nueva forma del pensar y, por eso mismo, para una nueva historia, que por ahora permanece siendo solamente futura. Grassi objeta que eso ya lo había hecho el humanismo italiano que va desde la segunda mitad del siglo XIV hasta fines del siglo XV, y que luego es retomado por pensadores aislados como Nizolio, Vico, Vives y Gracián. Grassi busca en la retórica un camino adecuado para una nueva determinación de la esencia de la palabra. La metáfora va creando adecuaciones diferentes y con ello nuevas verdades; sólo la metáfora es capaz de mantener juntos, diferenciándolos, los dos extremos fundamentales de la realidad: la identidad y la diferencia. La realidad misma es metafórica, pasaje ininterrumpido de una experiencia a otra, y la totalidad de la experiencia humana se constituye como tarea de interpretación contínua. El elemento en el que se despliega esta experiencia es el lenguaje- no el razonamiento-, su pieza fundamental es la palabra metafórica- no el concepto-, el actor es el ingenio- no la razón-, y el código que la descifra son la retórica y la poética- no la lógica ni la ciencia racional.

Hay una doble vertiente en el humanismo renacentista, que se corresponde- en parte -con el contraste interno entre una tradición platonista que privilegia la universalidad de la idea y otra, filológica y retórica, que prima la concreta historicidad de la palabra.

Los estudiosos han visto la esencia del humanismo en el redescubrimiento del hombre y de sus valores inmanentes. Esta difundida interpretación es, por ejemplo, la razón por la cual Heidegger se pone a polemizar repetidamente contra el humanismo como un antropomorfismo ingenuo. Es aquí donde interviene Ernesto Grassi y sale al encuentro de Heidegger en defensa de su propia tradición humanista que, según él, cae totalmente fuera de la historia de la metafísica en el sentido heideggeriano, y que habría pensado la verdad del ser en el sentido originario que el pensador alemán echa de menos en toda la historia de Occidente, en el sentido de desocultamiento, de desvelamiento. Grassi se encarga de corregir la imagen que del humanismo italiano tienen los eruditos de la filosofía, sobre todo los alemanes. Sigue a Heidegger pero sostiene que en el humanismo no platonizante se encuentra ya un modo de pensar totalmente diferente del metafísico.

Grassi expone que uno de los problemas del humanismo es el horizonte en el que aparecen el hombre y su mundo. Este problema es tratado en el humanismo por medio de un análisis del lenguaje poético. Por ejemplo, Dante formula la tesis de que el poeta es el fundador de la comunidad y sólo él abre el camino para la historicidad. Él cree que la experiencia de la palabra poética es el origen de la historicidad humana. La naturaleza del lenguaje que el poeta propone aquí como pro-vocación de una tarea histórica, consiste en su función de abrir o hacer patente. Está dirigida a algo desoculto, en lo cual puede aparecer un emperador, el futuro de un país y de una comunidad, o las instituciones. Así, el poeta sería aquel que funda el tiempo y el lugar del ser ahí (da-sein). Aquí la primacía es de la palabra poética, metafórica, que posee el poder originario de aclarar un sendero abriéndolo.

Grassi se apoya en varios autores humanistas para defender su tesis de que en el humanismo no platonizante ya había un modo de pensar diferente del metafísico, y de que, por tanto, Heidegger se equivocaba en su afirmación de que todo humanismo era metafísico. Uno de los autores en que se apoya es Bocaccio, quien dice que la poesía revela la realidad que yace detrás de un velo, el cual, cuando es traído a la luz, permite aparecer a la cosa, res, en el desocultamiento. Además dice que la poesía presta su voz a una fuerza originaria, a un poder que se expresa en la palabra. Con estas dos tesis que extrae de Bocaccio intenta defender que, en el humanismo italiano, ya se pensaba en términos de desocultamiento y no de verdad lógica, y que ya se daba primacía al lenguaje poético sobre el discurso lógico.

En términos parecidos habla Salutati, que defiende la tesis de que la historicidad humana sólo emerge en el desocultamiento por medio de la poesía. La poesía asume de este modo una función patética, en cuanto fundación del orden humano. Para Salutati, detrás de la superficie de la poesía se oculta el significado más profundo.

También en Vico tenemos una ruptura radical definitiva con la metafísica tradicional. En su Ciencia Nueva bosqueja el problema de la desocultación original en la que aparece el hombre. Para Vico es la palabra imaginativa la que da nacimiento al mundo del ser-ahí humano. La palabra poética es el intento originario y exclusivamente humano de dar sentido al poder tremendo del ser que se revela en lo que es. Vico proclamaba que el lenguaje poético era primario y criticaba ásperamente la pretensión de que el lenguaje lógico fuera la guía del pensamiento. Vico dice que los entes emergen de la regulación directiva del ser. De este modo, Vico establece implícitamente la distinción entre ser y entes. Podemos ver aquí una anticipación de la diferencia ontológica que Heidegger dirá que la tradición había olvidado. “Grassi centra su interpretación en que el núcleo del pensamiento heideggeriano es realmente la diferencia ontológica. Grassi suele girar en sus trabajos hacia la concepción heideggeriana que plantea la imposibilidad de definir al ser racionalmente, lógicamente; a partir de la cual la tesis tradicional de la prioridad de la palabra racional cede terreno ante la tesis sobre la prioridad de la palabra poética. El ser ilumina a los entes, pero también es lo más oscuro porque escapa a cualquier definición racional. Es la palabra poética la apertura del camino. Ésa es la visión que apresa Grassi, refrendada también en la idea expuesta por Heidegger al principio de su obra: . Y al final: ”, podemos leer en el artículo Retórica como filosofía. Ernesto Grassi, Vico y el problema del humanismo retórico, de José M. Sevilla.

Después de esta primera reflexión, Grassi nos hace notar que la definición heideggeriana del pensamiento occidental- como metafísica racional deductiva, que surge y se desarrolla exclusivamente a partir del problema de la relación entre los entes y el pensamiento, es decir, en el andamiaje de la cuestión de la verdad lógica –no se sostiene a sí misma. En la tradición humanista hubo siempre una preocupación central por el problema de la primacía del desocultamiento, de aquello en lo que por primera vez puede aparecer el ser-ahí histórico.

Hemos descubierto un paralelismo sorprendente entre los escritos de Heidegger sobre la primacía de la función de la poesía y tesis análogas en el humanismo italiano. Grassi sigue analizando esta cuestión y poniendo a otros autores del humanismo italiano como ejemplos. Otro de estos autores utilizados como ejemplo es Pontano, según el cual, la tarea del poeta no es reportar información o explicar, sino más bien el dejar aparecer los entes a la luz de la admiración por medio de la palabra poética, pues la palabra poética es inherente a las cosas mismas.

También utiliza como ejemplo a Mussato cuya tesis es que el poeta tiene una función sagrada, que consiste en revelar los entes sin ningún tipo de miramientos con respecto a qué sea lo que de esta manera se trae al claro. Ya que por medio de la interpelación que se nos hace por la manifestación originaria del ser en la palabra- ser que identifica con Dios -se revelan los entes en el poder del lenguaje rítmico, ordenado y, al mismo tiempo, ordenante, del lenguaje.

Además de estas coincidencias que encuentra Grassi entre el pensamiento heideggeriano y el humanismo italiano, advierte, con sorpresa, que las tres actitudes básicas que brotan por una filosofía del desocultamiento (fe, esperanza y apertura), en contraste con las tres facultades o capacidades que pertenecen a la metafísica de los entes (conocimiento, memoria y voluntad), son las mismas que las tres virtudes teologales del pensamiento occidental. Ellas hacen posible la experiencia del ser originario- Dios -, al dejar al hombre cometerse a la interpelación de aquel que está dirigido hacia él.

Analizando esta cuestión, Grassi encuentra que las tesis de que el ser tanto se revela como se oculta y que en cada ente diferente se encuentra uno y el mismo ser, ya las encontramos en el pensamiento de Dionisio de Areopagita, aunque referidas a Dios.

Además, según Juan de la Cruz, el ente que está desoculto frente a nosotros cubre al ser originario, divino. Con esta disposición entre los entes y el ser divino, Juan de la Cruz opone las tres facultades que son decisivas para el día luminoso de lo racional (entendimiento, memoria y voluntad) a las actitudes que son decisivas para la noche no-racional: fe, esperanza y amor. Él cree que la fe nos dice lo que no se puede entender con el entendimiento.

La diferencia esencial entre la filosofía heideggeriana del desocultamiento y la teología negativa consiste en sus puntos de partida completamente diferentes. Ellos entienden el ser divino como el ser en y para sí, fuera de la historia, de modo tal que emerge primariamente mediante la teofanía de un místico. Heidegger en cambio, sostiene que el ser emerge a través del claro de espacios diferentes, puramente históricos, en los cuales aparecen históricamente dioses particulares, instituciones y artes.

-CONCLUSIÓN DE GRASSI SOBRE HEIDEGGER Y SU TESIS DE QUE TODO HUMANISMO ES METAFÍSICO.

Al final de su obra Heidegger y el problema del humanismo, Grassi nos dice que: “Es de suma importancia distinguir tres formas diferentes de filosofar y verlas sobre el trasfondo de la doctrina heideggeriana del desocultamiento. Sólo entonces podemos reconocer la significación del pensamiento de Heidegger y la originalidad del humanismo italiano”.

La primera concepción de la filosofía, aquella que Heidegger define como la metafísica de los entes, sólo pregunta acerca de las relaciones entre los entes y otorga la supremacía a la búsqueda de la verdad. Esta forma del pensamiento está determinada para Heidegger por el olvido del ser. La verdad que la metafísica de las cosas pretende poseer se mantiene para siempre y en todo lugar. Por eso, el único lenguaje que puede reconocer una metafísica tal es racional en su naturaleza y, a la inversa, el lenguaje poético no puede tener ningún carácter científico en este enfoque.

La segunda versión de la filosofía es la que he tratado de presentar en mi discusión de la teología negativa. Ella rechaza la primacía del pensamiento racional y su lenguaje, y se dirige únicamente al problema del desocultamiento del ser, por lo que el ser es identificado con Dios. El ser se distingue fundamentalmente de los entes y no es definible racionalmente. Los entes son considerados aquí, una y otra vez, de un modo negativo, como una obstrucción para el alma que está tratando de obtener una visión de Dios. La palabra poética sirve aquí solamente para permitirnos ganar un acceso al ser, concebido en un sentido a-histórico.

Finalmente, la tercera forma de filosofar es la de Heidegger. Propone que la revelación del ser en los entes particulares es el origen del carácter fundamental histórico del desocultamiento del ser, su manifestación en el claro. La interpelación del ser debe descubrirse constantemente por el recuerdo pensante del ser y mantenerse así presente.

Ni el limitarse a sí mismo al recuerdo pensante del ser, ni la negación de los entes, como en el caso de la teología negativa, ni tampoco el adherirse a la primacía de lo racional, como en el caso de la metafísica del ente, puede conducirnos a la solución de la cuestión del desocultamiento.

Se ha tratado de demostrar por qué la tesis programática de Heidegger sobre el carácter no literario de la poesía fue desarrollada originariamente en el humanismo italiano. Debe reconocerse aquí que comenzó una nueva forma de filosofar que no tiene relación con las tradiciones platónica y aristotélica, ni con el último intento racionalista que comenzó con Descartes y que trató de dar un nuevo fundamento a la filosofía y a la ciencia. El pensamiento moderno, que comenzó con Descartes, retornó al esquema tradicional del pensamiento e hizo todo lo posible para pasar por alto la tradición humanista.

Pero, a pesar de todo, el pensamiento platónico se introdujo una y otra vez en los esfuerzos de los humanistas e impidió un desenvolvimiento continuo de sus ideas. Un ejemplo característico de esto puede verse en el pensamiento de Cristoforo Landino. Landino sostiene que la poesía tiene primacía sobre las artes liberales porque las comprende a todas en sí misma. La tarea de la poesía es expresar de manera sublime lo que está contenido en la naturaleza oculta de Dios. La realidad fundamental se revela a través de la corteza de lo sensible, lo que significa que la metáfora tiene una función primaria. Esto nos impide tomar la poesía como un juego o como una mera forma de divertirnos. Como prueba de esto presenta Landino el hecho de que todos los textos sagrados siempre emplean el lenguaje metafórico. No fueron los filósofos sino que fueron los poetas quienes proclamaron las leyes por medio de las cuales se constituyó por primera vez la sociedad humana. Los poetas son los creadores en la medida más alta, debido a lo directo de su lenguaje y a lo que nos hacen notar. En las aclaraciones ulteriores de Landino se hace cada vez más evidente la influencia del pensamiento platónico. La poesía sólo tiene primacía en la medida en que conduce al hombre, que vive siempre en una situación histórica concreta, a una realidad que yace allende el tiempo y la historia. La poesía conduce a una liberación necesaria de nuestras ligaduras terrenales, puesto que el alma está impedida por los sentidos para ejercer su actividad original. La metafísica platónica llega a ocupar el primer plano en el pensamiento de Landino y en Ficino. Llega a ser la fuerza decisiva para los pensadores posteriores del Renacimiento en sus observaciones sobre la poesía y el arte y, finalmente, los aparta del problema originario, que fue de importancia suma para el humanismo.

-LA RELEVANCIA DE LA METÁFORA. VICO Y HEIDEGGER.

La figura retórica más importante es la metáfora. Aristóteles define la metáfora como la capacidad de intuir la similitud. La metáfora se caracteriza finalmente por el hecho de que nos muestra algo inusual, algo inesperado. Cada ente es una metáfora del ser. Dado que los entes surgen siempre bajo el signo y el poder del ser, de forma que aparezcan en el desocultamiento, el ser no se identifica nunca con ellos. Por eso, el interpretar los entes como una metáfora del ser requiere que consideremos cada ente como un velamen, un velo, detrás del cual el ser está velado y al mismo tiempo se desvela. El ser no puede nunca igualarse a los entes individuales develados. Ésta es la diferencia entre el ser y los entes.

La metáfora presupone la capacidad de ver algo en común entre los entes. De este modo se nos presenta inmediatamente ante nuestros ojos algo que no había sido visto antes y en sí mismo justamente algo único. La metáfora nos da una perspectiva nueva de relaciones entre los entes. La función de la metáfora es la de la invención- el avistar relaciones nuevas. El pensamiento metafórico nos conduce a la invención y al conocimiento nuevo.

Según Salutati, “No es un hombre de conocimiento aquel que no es capaz de irrumpir, a partir de lo que ha experimentado, en el descubrimiento de cosas similares”. La invención de lo que es común, la visión de lo que es similar, nos provee del presupuesto para el pensamiento metafórico y nos conduce al aprendizaje y al conocimiento que surgen de la aplicación de la similitudo; a cuya luz se lee la realidad.

Al final de la tradición humanista reconocía Vico esta tesis como el contenido esencial del humanismo y hacía de ella la base de su Ciencia Nueva, en la que decía que la facultad de conocer es el ingenio, por el cual el hombre es capaz de contemplar y hacer lo similar. Por lo que el ingenio es necesario para la invención.

La imaginación es la capacidad del sujeto de sacar de su ocultamiento la estructura del ser por medio de la metáfora, tal como es representada por el ingenio. La similitud entre el ser y los entes llega a la luz, por lo tanto, en la metáfora: esto es Lichtung. El claro del bosque es lo abierto para todo lo presente y lo ausente. “Se podría decir que toda la tradición humanista desemboca en la tesis viquiana de la originariedad de la palabra fantástica, poética: en el claro del bosque aparece el ser humano primero con signos mudos, mostrativos, luego con metáforas, y mucho más adelante con el lenguaje racional, fundamentador”, según nos dice Grassi en su obra El poder de la fantasía.

Heidegger nos dice que el poeta ha hecho la experiencia de que es la palabra quien hace aparecer y estar presente una cosa como la cosa que es.

Las tesis de Heidegger sobre el final de la filosofía en tanto que pensamiento fundamentador y sobre la función de la palabra poética, así como las tesis de Vico sobre el claro en tanto que ámbito originario y sobre la función principal que aquí adopta la fantasía, se oponen a la metafísica.

José M. Sevilla nos dirá en su artículo Retórica como filosofía. Ernesto Grassi, Vico y el problema del humanismo retórico, que: “El camino, pues, según Grassi, va desde la rehabilitación de la tradición humanista hasta la tarea de entablar un diálogo entre Vico y Heidegger; o sea, entre el Humanismo retórico y la ontología poetizante. En este ámbito rehabilitado se hace posible el auténtico discurso ontológico: del ser histórico humano en su aquí y ahora; el retorno a las raíces de lo humano a través de su propio suelo, de su propia tierra, que es el lenguaje y la historicidad.” Grassi intenta hacer una religación entre Heidegger y Vico, reconstruyendo ciertas ideas del primero a la luz del viquianismo. Nos dice que hay un paralelismo entre la Lichtung heideggeriana y la luce viquiana.

Vico saca de la tradición del humanismo retórico estas tres concepciones: el problema de la significación filosófica del pensamiento metafórico y del lenguaje; el filosofar como una función de la retórica; y el poder de la historicidad de lo real. Y resulta que éstos son también los problemas de Heidegger. De hecho, fue Vico y no Heidegger el primero en afirmar que el mundo humano se abre primordialmente a la luz y la claridad gracias a la palabra poética, y que es ésta la que ilumina la esencia de lo humano. Así podemos leer en el artículo antes referido de José M. Sevilla que: “El hombre es un animal poético y retórico antes que filosófico, es un animal fantástico antes que racional; el ser metafórico, que dirá Nietzsche, o el animal etimológico que referirá Ortega. En cualquier caso, el uomo fantastico del que habla Vico.”

El poder de la imaginación es el modo originario de dar forma a las experiencias humanas, mediante la metáfora y el ingenio se va dando orden del mundo, que posteriormente la filosofía piensa conceptualmente. En este sentido dirá Horacio que la poesía es esa fuerza primaria capaz de superar el caos en que el ser humano vivía al principio. Mediante la poesía surge el orden de una sociedad humana. Grassi también usa el argumento de que en la tradición se contaba que con la aparición de las Musas, el caos es derrotado y se crea el orden, el cosmos. Y teniendo en cuenta que el poeta es el heraldo de las musas, y que lo que expresa por la autoridad de dichas Musas son declaraciones y anuncios del poder divino, habría que decir que el poeta es el que funda la ciudad, el orden humano.

Ingenio e imaginación se hallan en la raíz tanto de la conciencia como de la ciencia, de lo cierto como de lo verdadero. Es el ingenio la facultad que establece las relaciones y semejanzas: relaciones entre las cosas y semejanzas por las palabras. Según Vico, la semejanza es la madre de toda invención. En términos retóricos, es en el momento histórico del aquí y ahora en que la metáfora actúa, Vives, en De ratione dicendi, expone que “la semejanza fue inventada para explicar algo poco conocido a través de algo mejor conocido”. El ingenio, junto a la fantasía, es propiamente la facilidad de operar, reunir, componer, inventar, descubrir, etc.; facultad que caracteriza la naturaleza peculiar del hombre, que- ante todo –es definible como un ser ingenioso.

Así, volviendo al artículo ya referido, leemos: “El descubrimiento y la invención de semejanzas y relaciones fundamenta la actividad metafórica como propia actividad del ingenio. Al revelar semejanzas, el ingenio posibilita la extensión del amplio espectro metafórico de la actividad transpositiva- como bien dice Grassi – de la fantasía, como ángulo de visión de lo que la mente es capaz de hacer y conocer. Proceder y componer (síntesis) mediante semejanzas es propio de la primera operación de la mente humana. La síntesis, como defenderá Vico, es hija de la imaginación.

De este modo, pues, Vico no sólo ha revalorizado como pocos filósofos humanistas las funciones de la fantasía y del ingenio, sino que además ha estructurado y articulado ambas facultades primordiales integradoramente, poniéndolas como pilares de la construcción y del conocimiento del mundo humano”.

El discípulo de Heidegger (Grassi), está de acuerdo con el maestro en el subrayado de la función originaria de la palabra poética, pero en desacuerdo con la tesis heideggeriana de que la palabra poética no sea una metáfora, pues Heidegger destaca que la metáfora, como también la alegoría, funciona metafísicamente al pretender abrir el significado del ente indicando otro ente no histórico y trascendente. Pero ello, como le criticará Grassi, no es exacto en relación con el humanismo, pues basta con recordar a Vico y su tesis de que el pensar y el hablar metafóricos constituyen la forma originaria del desvelar-se histórico del ser en el ente.

Aquí volvemos a citar el artículo para concluir este trabajo diciendo que: “El problema insoluble radica en que el propio Heidegger queda preso de la tradición metafísica contra la que se revuelve y, aunque crítico, continúa pensando en sus mismos trascendentes términos. Él es, quizás, el epígono de esa tradición que llega a refutar y que tiende a consumarse en su propia negación. Con él, ciertamente, , cuando todo una época del pensamiento ha llegado a su conclusión final, al . Pero también el abismático Heidegger muestra el otro lado para el inicio de un nuevo pensar (poetizante), donde la primacía ya no recae en la palabra racional sino en la palabra poética (y metafórica), en donde se sustancia el problema crucial para el metafísico Heidegger del desocultamiento. Mas el problema es el del abismo abierto entre el final de la filosofía y el comienzo del nuevo pensar.

Si, en cambio, Grassi es capaz de cruzar ese abismo es porque ha encontrado el puente del humanismo retórico y la línea de la originaria función filosófica del pensar metafórico y retórico, y de trasladar el problema al asunto de la palabra y no al ámbito del ente.”

-BIBLIOGRAFÍA.

HEIDEGGER, M.: Tiempo y Ser, Madrid, Tecnos, 2006.

HEIDEGGER, M.: Carta sobre el humanismo, Madrid, Alianza, 2004.

HEIDEGGER, M.: ¿Qué es la filosofía?, Barcelona, Herder, 2006.

HEIDEGGER, M.: ¿Qué es metafísica?, Buenos Aires, Siglo XX, 1988.

GRASSI, E.: El poder de la fantasía, Barcelona, Anthropos, 2003.

GRASSI, E.: Heidegger y el problema del humanismo, Barcelona, Anthropos, 2006.

SEVILLA, J. M.: Retórica como filosofía. Ernesto Grassi, Vico y el problema del humanismo retórico, Monte Agudo, nº8, 2003, p.p. 73-106.

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